lunes, 15 de noviembre de 2010

¡Bienvenidos!


Hacía una temperatura ideal. Ese día teníamos preparada una sesión de Educación Física en la que, mi amiga y yo, íbamos a trabajar con varios niveles educativos, juegos cooperativos a través del Paracaídas (material que se emplea en EF y se caracteriza por ser de gran tamaño, con forma circular y muy colorido).
Después de algunas explicaciones teóricas acerca de cómo se debía agarrar el paracaídas y sus diferentes posibilidades de movimiento, procedimos a realizar una actividad denominada “Achís”. La actividad consiste en coger el paracaídas todos con la misma mano y correr al unísono en la misma dirección, de tal forma que quién se la pica tiene que gritar “Achís”. Los demás compañeros al escucharlo, deben cambiar el sentido de la carrera. Algo tan simple como esto marcó el resto de nuestra estancia en Futuro Vivo hasta hoy.
Con objeto de que los niños fuesen averiguando el sentido de la actividad comenzamos la explicación de la misma invitando a los niños a que reflexionaran en torno a la siguiente pregunta: ¿Alguno de vosotros sabe qué le sucede a alguien cuando se resfría? Acostumbrados a la calidad de vida que gozamos en los países desarrollados esperamos que nuestros nuevos alumnos guatemaltecos contestaran algo similar a lo que los alumnos españoles han contestado cuando hemos desarrollado con ellos esta misma actividad. Esperábamos, por tanto, algo así como: “que tiene mocos”, “que se pone malo”, etc. De tal forma que cuando alguno dijese “que estornuda”, pudiera reproducir un estornudo pronunciando la palabra “Achís” y fueran conscientes de que, para la actividad que íbamos a comenzar, varias niñas y/o niños iban a simular estar resfriados y ordenar, de ese modo, con su estornudo ficticio, que el grupo corriese en uno u otro sentido, sujetando el paracaídas.
Mi sorpresa fue que cuando les hicimos la citada pregunta, uno de ellos respondió: “QUE TE MUERES”. A partir de entonces comprendí que nuestro mundo no tiene nada que ver con su mundo. Que para lo que nosotros puede ser un simple resfriado, para ellos puede convertirse en el desencadenante de una muerte absurda y evitable.
En este sentido, todavía recuerdo la emoción con la que las hermanas, que coordinan el “Programa Comunitario Futuro Vivo en Guatemala”, nos agradecían los medicamentos que les habíamos llevado, medicinas tan simples como: antiinflamatorios o antibióticos. Estos medicamentos, cotidianos y fáciles de conseguir por cualquiera de nosotros, por su coste económico, son vitales para una sociedad en la que alrededor de un 20% de la población no tiene acceso a ningún servicio de salud institucional, en especial los habitantes rurales e indígenas y en donde 1 millón de niños padecen de desnutrición crónica ya que el 55% de la población vive en situación de pobreza. 
A mi regreso de Guatemala en el año 2007, tuve una profunda reflexión sobre la vida en general, pero más concretamente sobre lo que a nivel particular tenía que cambiar de mi forma de vivir y valorar las cosas. Sentía la incesante necesidad de proclamar a los amigos y familiares cuál era la realidad de esas personas que había conocido y el convencimiento y la demostración de que, bien gestionada, cualquier ayuda por pequeña que sea es muy grande en un país en el que el 60% de los hogares no tienen la capacidad de sufragar la mitad del coste de la Canasta Básica de Alimentos (189,44 $ mensuales).
Con ese viaje me había convertido en cómplice de esa injusta realidad. Ya no podía borrar de mi cabeza todas las historias de vida que me habían emocionado y se habían apoderado de mi corazón
Este verano, junto con mi pareja, volví a realizar el mismo viaje a Guatemala para reencontrarme con las hermanas y con todas aquellas personas que forman parte de Futuro Vivo. Personas que siendo muy humildes y sin apenas conocerte te ofrecen todo lo que necesites. Lo poco y único que tienen te lo dan sin que se lo pidas, y siempre acompañado de una eterna sonrisa.
Necesitaba compartir con mi pareja todo lo que había vivido hacía tres años en el mismo lugar. Con este viaje le hice cómplice a él, así que poco tardamos en reunir a familiares y amigos interesados y, concluir que desde Segovia, podíamos dar voz a Guatemala más allá de nuestro entorno más allegado.
Tiempo de Esperanza considera que todo aquel que ha vivido y presenciado una realidad tan cruel tiene el deber moral de actuar, si no, se convierte en verdugo pasivo de esa permanente violación de los derechos humanos.
Con estas primeras palabras, deseamos daros la bienvenida a todas aquellas personas que, como Tiempo de Esperanza, han sentido la necesidad de cambiar las cosas y actuar de forma comprometida a favor de las personas que, día tras día, sufren cualquier tipo de violación de sus derechos humanos.
Este blog, así como la Asociación que hemos creado, forman parte de un bonito Proyecto que varias personas sensibilizadas con la realidad de la sociedad guatemalteca hemos emprendido para poner nuestro granito arena en el proceso de devolver la dignidad al ser humano, y con ello promover sociedades más justas y solidarias. ¿Cuál es tu granito de arena?
Paloma Iglesias Sanz (Presidenta de Tiempo de Esperanza)

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